Cuando llegó a la estación el subte estaba parado. Puso el pasaje en el molinete y se acomodó en uno de esos asientos triples que hay al fondo del vagón. Como e subte no arrancaba se puso a contemplar a la gente, a la sociedad.
Vio tristeza, felicidad, hipocresía, esperanza y más. Se detuvo en cada una de las caras, de los estratos y de los status.
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Una mujer trajeada se echaba perfume sin prestar atención a al hijo que tenía y se sentaba a su lado. Un hombre tiraba un diario al piso para ocupar su lugar y para que no se viera, escondía el diario bajo otro asiento. Y los viejos lo veían raro, como preguntándose por qué ese chico no era como los demás, por qué no seguía al mundo como un cordero y se conformaba. Y Las señoras miraban con asco, y con miedo, y con desprecio a un chico que vestía un jogging raido y un buzo haraposo, descalzo.
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Y mientras veía todo esto también vio a la clase paranoica alta, y a la clase altiva media, y a la voraz clase baja. Y se acordó de un viejo hippie que decía que el sistema estaba mal. Y lo comprendió.
Por eso, cuando el subte arrancó, lo dejó solo, atrás, pensando, contemplando, consciente.
Excelente. Gracias por relatar a la comunidad galáctica sus viajes intergalácticos en el subte, el lugar de encuentro de clases; el cual nos reúne, nos mezcla, nos une. Pero sin dejar de verse, como Ud. bien relata, la caída del velo, donde se ven las fisuras, y la inevitable diferencia.
ResponderEliminarQue la fuerza lo acompañe mi buen. Espero con ansiedad sus proximos relatos de viajero.